Entre mis viajes, la semana santa y ciertos problemillas, nada grave afortundamente, de mi cría, no he tenido mucha ocasión de comer en el campus de la UPNA en Tudela.
Ayer miércoles fue uno de esos días. Bajé a la 13h20, una hora prudente, temprana y que evita la aglomeración que se forma cuando los alumnos, casi todos de fisioterapia, bajan a comer. Bien, estuve en la cola 45 minutos de reloj. ¿Cuál fue el motivo? pues que buena parte de los trabajadores de los polígonos de alrededor han descubierto que se come relativamente bien por 5 euros, café incluido.
Evidentemente que se trate de un comedor universitario, que la comida esté parcialmente subvencionada, que haya gente (alumnos, profesores y personal de administración y servicios) que trabaja allí y a los que va dirigido el servicio no es relevante. Lo que importa es que se come relativamente bien por 5 euros. Es más, ante un comentario que crucé con un compañero mientras aguardamos en la cola aún tuve que oír la contestación, con un tono algo chulesco, de un ecuatoriano acerca de que se trata de un bar público y que también tienen derecho a comer.
Evidentemente, yo nunca he ido a comer a la factoría que Balay tiene en Montañana, en Zaragoza, donde trabaja mi hermano, a pesar de que me cae cerca y que el menú es todavía más barato. Primero, porque no me encontraría cómodo. En segundo lugar, porque Balay es la primera interesada en ofrecer un servicio de comida eficiente y rápido, de forma que sus trabajadores se puedan incorporar pronto al trabajo. Cosas del capitalismo salvaje, debe ser.
Llegado el caso uno se plantea si debemos abrir los comedores universitarios al público en general y si alumnos y profesores que, como ha sido mi caso, hemos tenido muy poco tiempo para comer, debemos conformarnos con traernos un bocadillo frío de casa para comerlo en el despacho o sencillamente quedarnos sin comer, como ya ha sucedido unas cuantas veces, por no poder esperar tanto tiempo.
En cualquier caso, y más vale tarde que nunca, parece ser que con el cambio de empresa se va a ofrecer un menú más caro para el personal no universitario y se tratará de discriminar, positivamente, a quienes realmente va dirigido este servicio de comidas. Ya puedo imaginar las protestas del pueblo.
Coda 1 Que nadie interprete mi referencia al ecuatoriano como racismo. Era ecuatoriano, era un hecho. Lo cierto es que no sólo hay inmigrantes, sino también conductores de los autobuses, profesores del instituto de al lado, personal de la tercera edad, trabajadores de diferentes gremios. De hecho, algunos días el número de comidas servidas a personas sin ninguna relación con la Universidad llegó a triplicar a aquéllas dadas a estudiantes, profesores y trabajadores de la administración.
Coda 2 Imagino que para los dueños de negocios de restaurantes y bares de los alrededores tampoco les habrá hecho gracia semejante compentencia desleal.
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